En un curso de entrenador que hice hace tiempo con Javier Lería de profesor, el técnico madrileño dijo en medio de una clase técnica: “Gigantes del Basket es nuestra revista”. Por “nuestra” se refería a la revista de todos los que tenemos que ver con el deporte de la canasta en este país. Yo me quedé con aquello como un detalle elegante de alguien que habita con veteranía y conocimiento la comunidad de los más implicados. Un término y un concepto absolutamente cierto, mucho más para aquellos que nacimos para el baloncesto a la vez que la publicación, hace ya 27 años.
Ahora Gigantes abandona su periodicidad habitual de semanario para convertirse en mensual. Hace no mucho decía Clint Eastwood, en una entrevista para El País Semanal, “yo soy de los que leen el periódico y me gustan los libros en papel. Me gusta su peso, su olor”. A mí me ocurre algo parecido. El olor de Gigantes me trae buenos recuerdos, como ya conté en un post hace tiempo. Me ocurre un poco como a Totó en Cinema Paradiso, la sensación de que algunos lugares de mi vida están en sintonía con disciplinas sobre las que sigo manteniendo relación. En el caso de Salvatore era el cine y los rollos de película, en el mío el basket y Gigantes.
Es discutible si este salto que propone “nuestra revista” se tendría que haber realizado antes, pero no cabe duda de que el resultado actual es altamente satisfactorio. En el primer número de la nueva época hay chicha para rato. Una entrevista con estilo a Hettsheimeir realizada por Quique Peinado; una completa guía de la NBA realizada por Antonio Gil y David Carro con apuntes de Antoni Daimiel; unos columnistas de lujo e interés como Miguel Ángel Paniagua y Joan Plaza; y excelentes artículos, desde un punto de vista más reposado que antes, de Miguel Panadés, Carlos Velasco o Fernando Martín. Señala Paco Torres en su editorial “la adrenalina que genera trabajar en una revista con tantos cambios”. Un proceso apasionante que se percibe, a veces en exceso, en este primer número.
Parece una obviedad decir que en estos tiempos complejos para el mundo de los medios de comunicación, cada salto que se da tiene una importancia enorme, porque como decía el mismo Totó lo que queremos es “el mundo”. Sin esa meta los resultados suelen ser tímidos. Cuestión compleja cuando es difícil hacerse un hueco donde apenas hay espacio. En ese sentido espero que la nueva etapa de Gigantes del Basket venga con la intención de comerse el mundillo aprovechando el espacio y el prestigio que ya tiene. Un paso complicado, sujeto a la posibilidad de satisfacer a un número importante de lectores manteniendo los equilibrios de las distintas preferencias del público baloncestistico. Algo nada sencillo además con la diversidad que existe de referencias en internet.
En ese sentido, no soy muy partidario de la política de equilibrios, creo que ayudan a mantenerse pero no a alcanzar el éxito. Espero que Gigantes tenga disposición a la valentía, como así parece. En baloncesto un jugador de 27 años se encuentra en una buena edad de su carrera deportiva. Ya ha demostrado lo que vale y frente a él lo que queda es superarse. Un ciclo intermedio entre los primeros años de profesional y la etapa de desarrollo de la destreza intuitiva de cuál es su mejor rol, con mayor visión del juego, del espacio y del tiempo. Se podría pensar que Gigantes del Basket se encuentra en un momento parecido.
Envejecer bien no es fácil. Ocurre que muchas películas pierden la gracia del primer momento para convertirse en algo más bien ñoño y espeso. A mí me ocurre algo parecido con Cinema Paradiso. Los que nacimos con Gigantes hemos abandonado la programación juvenil para dejarnos llevar por la madurez de otras disciplinas no tan evidentemente ligadas a los partidos, las figuras y los resultados. Nuestras actuales inquietudes -por poner tres ejemplos- pueden ser el diseño, la literatura o los fondos de banquillo. Si Gigantes engancha también con ese público, en mi humilde opinión, el producto pasará de ser bueno a exquisito.
La mejor de los suertes y feliciades a los amigos que están allí. Gigantes sigue siendo “nuestra revista” por méritos propios. Excelente noticia para el baloncesto.
Ahora Gigantes abandona su periodicidad habitual de semanario para convertirse en mensual. Hace no mucho decía Clint Eastwood, en una entrevista para El País Semanal, “yo soy de los que leen el periódico y me gustan los libros en papel. Me gusta su peso, su olor”. A mí me ocurre algo parecido. El olor de Gigantes me trae buenos recuerdos, como ya conté en un post hace tiempo. Me ocurre un poco como a Totó en Cinema Paradiso, la sensación de que algunos lugares de mi vida están en sintonía con disciplinas sobre las que sigo manteniendo relación. En el caso de Salvatore era el cine y los rollos de película, en el mío el basket y Gigantes.
Es discutible si este salto que propone “nuestra revista” se tendría que haber realizado antes, pero no cabe duda de que el resultado actual es altamente satisfactorio. En el primer número de la nueva época hay chicha para rato. Una entrevista con estilo a Hettsheimeir realizada por Quique Peinado; una completa guía de la NBA realizada por Antonio Gil y David Carro con apuntes de Antoni Daimiel; unos columnistas de lujo e interés como Miguel Ángel Paniagua y Joan Plaza; y excelentes artículos, desde un punto de vista más reposado que antes, de Miguel Panadés, Carlos Velasco o Fernando Martín. Señala Paco Torres en su editorial “la adrenalina que genera trabajar en una revista con tantos cambios”. Un proceso apasionante que se percibe, a veces en exceso, en este primer número.
Parece una obviedad decir que en estos tiempos complejos para el mundo de los medios de comunicación, cada salto que se da tiene una importancia enorme, porque como decía el mismo Totó lo que queremos es “el mundo”. Sin esa meta los resultados suelen ser tímidos. Cuestión compleja cuando es difícil hacerse un hueco donde apenas hay espacio. En ese sentido espero que la nueva etapa de Gigantes del Basket venga con la intención de comerse el mundillo aprovechando el espacio y el prestigio que ya tiene. Un paso complicado, sujeto a la posibilidad de satisfacer a un número importante de lectores manteniendo los equilibrios de las distintas preferencias del público baloncestistico. Algo nada sencillo además con la diversidad que existe de referencias en internet.
En ese sentido, no soy muy partidario de la política de equilibrios, creo que ayudan a mantenerse pero no a alcanzar el éxito. Espero que Gigantes tenga disposición a la valentía, como así parece. En baloncesto un jugador de 27 años se encuentra en una buena edad de su carrera deportiva. Ya ha demostrado lo que vale y frente a él lo que queda es superarse. Un ciclo intermedio entre los primeros años de profesional y la etapa de desarrollo de la destreza intuitiva de cuál es su mejor rol, con mayor visión del juego, del espacio y del tiempo. Se podría pensar que Gigantes del Basket se encuentra en un momento parecido.
Envejecer bien no es fácil. Ocurre que muchas películas pierden la gracia del primer momento para convertirse en algo más bien ñoño y espeso. A mí me ocurre algo parecido con Cinema Paradiso. Los que nacimos con Gigantes hemos abandonado la programación juvenil para dejarnos llevar por la madurez de otras disciplinas no tan evidentemente ligadas a los partidos, las figuras y los resultados. Nuestras actuales inquietudes -por poner tres ejemplos- pueden ser el diseño, la literatura o los fondos de banquillo. Si Gigantes engancha también con ese público, en mi humilde opinión, el producto pasará de ser bueno a exquisito.
La mejor de los suertes y feliciades a los amigos que están allí. Gigantes sigue siendo “nuestra revista” por méritos propios. Excelente noticia para el baloncesto.